El rol de los datos para visibilizar: Reflexiones frente al Día Naranja

El Día Naranja se conmemora el 25 de cada mes como un llamado global para generar conciencia y prevenir la violencia contra mujeres y niñas. Esta fecha es un recordatorio para eliminar las violencias que existen en diferentes espacios: públicos y privados, físicos y digitales. Pero ¿qué pasa con aquellas violencias que se viven en silencio, que no se denuncian, ni se registran? Muchas veces, estas acciones se normalizan bajo asimetrías, que pueden ser originadas por un orden jerárquico laboral, tradiciones institucionales o dinámicas cotidianas que las vuelven invisibles, y lo que no se nombra, no se transforma. Este mes, desde Datamorfosis, queremos poner el foco en esas violencias que quedan fuera del radar y en el rol que los datos pueden jugar para visibilizarlas y prevenirlas.

El pasado 8 de marzo compartimos con ustedes un cuestionamiento sobre las violencias experimentadas en el ámbito laboral, las cuales retomamos en este momento, porque sus testimonios nos llevan a pensar en diversos escenarios desde una reflexión colectiva que nos permita ser disruptivas de las estructuras que perpetúan desigualdades de género de manera silenciosa, reafirmando que cuando estas violencias no se registran se mantienen fuera del alcance de las soluciones institucionales. A continuación, compartimos algunos testimonios:

“Cuando llegué a laborar a una institución dedicada a la construcción, muchos empresarios de este rubro decían que no iba durar, que solo era una “niña” y algunos no me daban la mano, cuando hablaba en las reuniones, no me ponían atención, solo platicaban entre ellos, así fue mi estancia en la institución por un año”.

“Tuve un jefe, que decía que yo solo era la cara bonita de la institución y que mi función de acompañarlo a las reuniones con instituciones públicas o a eventos era sonreír y atraer las miradas”.

En mi primer trabajo saliendo de la universidad, mi Jefe que era el Secretario de Salud, durante mi presentación de resultados me dijo frente a las personas directivas: “Mira solo te contratamos por bonita y resulta que si tienes cerebro”, fue una manera humillante de subestimar mi intelecto. 

Estos testimonios son parte de una estructura que ha permitido que distintas formas de violencia se mantengan fuera del radar de lo “institucionalmente relevante”, por ello, cuando algo no se reconoce como importante, no se mide, no se visibiliza y no se transforma. Una de las preguntas más urgentes desde la perspectiva de los datos es: ¿qué violencias estamos dejando fuera del registro institucional? 

Muchas instituciones públicas carecen de mecanismos para captar las experiencias diferenciadas que viven las mujeres (por ejemplo, en el entorno laboral), no porque estas experiencias no existan, sino porque los sistemas de información no están diseñados para reconocerlas como relevantes. Esto tiene consecuencias concretas: decisiones sin perspectiva de género, diagnósticos que repiten el mismo sesgo con el que fueron construidos y por tanto una vulneración a nuestro derecho humano a acceder a una vida libre de violencia. 

De los testimonios a la acción con datos

Este 25 de Mayo, queremos sumarnos al Día Naranja desde el lugar que habitamos: los datos. Creemos que frente a estas reflexiones podemos visibilizar, proponer caminos y accionar; uno de ellos comienza cuestionandonos: ¿Cómo se desagregan nuestros datos?

La desagregación de datos no es un tecnicismo más: es una herramienta clave para reconocer realidades que suelen no ser tomadas en cuenta. Cuando los datos se presentan como un promedio, las brechas entre mujeres y hombres, entre territorios o generaciones, se diluyen. Para que las decisiones institucionales sean realmente inclusivas, necesitamos contar con datos lo suficientemente específicos para mostrar las desigualdades que estructuran nuestras sociedades. Por eso, una de nuestras principales recomendaciones es revisar si los registros de tu institución permiten identificar diferencias por sexo, edad y territorio.

¿Cómo empezar?
Aquí algunas acciones iniciales que pueden marcar la diferencia:

1. Evalúa los datos actuales: Revisa las bases de datos y registros administrativos. ¿Se diferencian por sexo, edad y territorio? Identifica qué ajustes podrían hacerse.

2. Actualiza formularios y sistemas: Asegúrate de que las herramientas de captura permitan recoger esa información desde el origen.

3. Busca patrones o vacíos: ¿Qué brechas se revelan cuando los datos se desagregan? ¿Qué historias que eran invisibles aparecen?

4. Actúa desde el diagnóstico: Usa los datos para diseñar políticas que respondan a esas diferencias. No se trata solo de ver la brecha, sino de cerrarla.

Los datos no son neutrales. Reflejan nuestras decisiones sobre qué mirar, qué medir y qué ignorar. Por eso, cada 25 del mes, te invitamos a detenerte y observar con nuevos ojos lo que se registra y lo que no. A preguntarte: ¿qué historias están quedando fuera?

Porque solo reconociendo lo que falta podemos construir políticas públicas que estén verdaderamente a la altura de la justicia que merecemos. Que ninguna historia más quede fuera. Que ningún dato o silencio vuelva a perpetuar una violencia normalizada.